Never too late
Ya es demasiado tarde. El tiempo se ha agotado. No cabe esperanza alguna. No existe ya posibilidad ninguna. Nada de lo que pueda hacer cambiará las cosas. No hay solución posible.
Ya es demasiado tarde. El tiempo se ha agotado. No cabe esperanza alguna. No existe ya posibilidad ninguna. Nada de lo que pueda hacer cambiará las cosas. No hay solución posible.
Abro los ojos . Siento la luz del sol que entra a través de los ventanales de la habitación en lo más hondo de mi cabeza. Va a explotar. Tumbado en una cama, no puedo imaginar un mundo en vertical. Me desplomaría nada más intentar ponerme en pié. Me pregunto cuánto tiempo llevo aquí.
Las mejores cosas en mi vida siempre me han ocurrido en compañía. Siempre me he considerado una persona independiente, capaz y cuidadoso —o más bien, perezoso— de involucrar en mis objetivos a otras personas.
Todas las semanas, además de las cartas, me escapaba una o dos veces por semana para realizar una llamada interurbana. Decir llamada interurbana en aquella época era como nombrar al diablo.
No he tardado mucho en encontrar uno. Llevo un par de días con el pendiente de enviar una carta por correo postal, también llamado correo ordinario, creo. Aunque de ordinario, en su acepción de suceso habitual, tiene ya poco.
Serían principios, o incluso mediados, de la década de los 90. Mi «yo» actual aún no existía. Se empezaban a definir las líneas de un anteproyecto de mi, algo alejado, debo decir, de en lo que me he convertido.
Hay una aplicación para el iphone que me tiene loco. Ouh yeah! Una canción que suena en la radio del coche, la música de fondo de un anuncio de televisión, música que suena de repente, y te gusta, te cautiva, o simplemente despierta tu curiosidad, pero no tienes ni la menor idea de qué canción se trata. Con tan sólo diez segundos de escucha, esta aplicación es capaz de averiguar título, autor, intérprete, año de creación, etc. Diez segundos, ¡wow! Una especie de mozart digital con el oido más fino y delicado del universo.