¡Amo tlahueliltiqueh!
¡Amo tlahueliltiqueh! Embriagados de oro, mujeres y licor, no lo han visto venir. Siempre sucios y violentos, con sus pieles plateadas
impenetrables y su aliento pestilente. Estos demonios salvajes que vinieron del mar en los estómagos de sus acallis inertes de madera, guiadas por los vientos de algún teoyocoyani vengativo.