Homo viator
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
Pobre, pobre Pandora. Nadie le ha explicado el contenido del ánfora. Nadie le ha advertido que no la destape. Pero, naturalmente, ella la abre. ¿Qué otra cosa puede hacer?
Al principio, la gente seguía con sus vidas, como si nada pasase. Luego dejó de acudir a sus puestos de trabajo. Solo unos pocos individuos llegaban a su oficina, en su coche particular, a la hora de siempre. «Porque se acabe el mundo en treinta días no voy a dejar de hacer mi vida como hasta ahora», decían. Su vida, como hasta ahora.
El mejor verano de mi vida sucede en un pueblo pequeño de pescadores, a las orillas de un mar. Un pueblo con lavandería, puestos callejeros de tacos y consulta médica solo un día por semana. Un pueblo con una playa repleta de tortugas marinas, palmeras inclinadas y chalecos salvavidas descoloridos por el sol.
El mejor verano de mi vida sucede en un pequeño pueblo, en la ladera de una montaña. Un pueblo de días en la calle, tardes en el río y noches de manta; un pueblo de jugar en la calle a la pelota y apartarse a un lado cuando aparece un vecino en su coche; un pueblo de no llevar candado en la bici, dejarla tirada en la acera y olvidarse…
Un exitoso hombre de negocios estaba disfrutando de una merecida semana de vacaciones en una paradisíaca zona de costa. Al tercer día sintió curiosidad por un pescador local al cual había estado observando.
Detuvo sus pasos, levantó la mirada y vio el color pálido de la fachada desgastada; las grietas dispersas por las paredes de ladrillos sucios, cubiertas de moho y humedad; los marcos de madera podrida de las ventanas, con sus cristales rotos custodiados por oscuros tablones de veta lisa, o simplemente por plásticos arrugados; las barandillas oxidadas de hierro forjado de los balcones; las tejas de cerámica rotas que asomaban amenazantes en lo alto del edificio; los trazos sin arte ni sentido hechos con spray negro barato; los cables chamuscados del tendido eléctrico que recorrían la fachada sin orden, ni destino, ni función; los canalones cubiertos de agua putrefacta, atascados por las hojas secas de otoño.
Ángel Sancho Yáñez es el menor de 5 hermanos, nacido el 21 de abril de 1942 en el pueblo de Balazote, provincia de Albacete. De familia con fuerte tradición agrícola, empezó a trabajar las tierras de su padre desde muy temprana edad…
Cuando te fuiste de casa los guardé en una caja de cartón. La verdad es que nunca te has preocupado mucho de tus cosas. Eres así, mitad desprendida, mitad desorganizada. Pero tus discos… no entiendo cómo no pensaste en ellos aquel día.
Abro los ojos . Siento la luz del sol que entra a través de los ventanales de la habitación en lo más hondo de mi cabeza. Va a explotar. Tumbado en una cama, no puedo imaginar un mundo en vertical. Me desplomaría nada más intentar ponerme en pié. Me pregunto cuánto tiempo llevo aquí.
Érase una vez una niña que era muy maja y se llamaba Vicky. Un día se encontró un perro hablador entre los arbustos de su jardín. Vicky se extrañó porque era como mágico, y de pronto dice: -Hola. Entonces Vicky se quedó alucinada, como al lado de su casa hay una tienda de animales, sucia y medio abandonada fue a ver, entro y era tan bonita que se quedó más y se fijó tanto que descubrió que era una tienda mágica. Dejó al perro y fue a verle todos los días.
(Paula C.A., 8 años)