Noche en Alpha-7

De noche, arropado
y en pijama, cuando sueño,
estamos subidos a una nave,
camino de Alpha-7,
y por la ventanilla,
allá en la historia cósmica,
nos miro y descansamos.
Por el espacio,
como en un folio
sin márgenes,
y con nosotros,
pequeños asteroides,
los restos de una estrella
y su jolgorio. ¿Quién guía
nuestro viaje?

Es el destino,
el polvo de la luz
que enciende nuestra casa
y nos acoge. Desde antes
de los soles y los mares,
suenan tus manos y las mías,
el eco persistente de las flores
y el amor.

Es el destino,
la huella del crepúsculo
que abraza el cielo largo
y nos da calma. Tus ojos
y los míos,
el murmullo que deja
la risa en el silencio,
el lienzo pintado por los dioses
atropelladamente.

Que sí, es el destino,
la estela de los astros
que arropa nuestro lecho
y nos envuelve. Un bosque
de caricias y el tacto
amplificado de tu boca.
La destrucción de las galaxias
que se arrastran
como hojas secas en otoño.

Ya ves, con el destino,
el polvo de lo eterno
que forma nuestro espacio
y nos acerca. Así es mi sueño,
todo eso en una noche,
todo eso en mi cabeza.

Eduardo de la +

Sirio

Ni una sola luz había en el cielo
ni una sola luz en la montaña,
tan solo vi una luz cruzando el pueblo
mostrando medio cuerpo del que anda.
El medio cuerpo pertenece a un bardo
que a parte de su sombra, poco arrastra.
En una mano lleva el aparejo,
en la otra ese candil que lo delata.
La sombra se postró al embarcadero,
la luz a los caprichos de las aguas
y así el bardo zarpó, mirando al cielo
montado en el tío vivo de su barca.
Al fondo de la mar, el aparejo,
no demoró en hallar lo que buscaba.
Y aquel, por no decirle marinero,
lanzó hacia el cielo la captura hallada.
La perla se volvió luna,
al pez le nacieron alas,
y de estrellas y de espuma
quedó la nada impregnada.
Huérfana noche de luz
donde un bardo con su barca,
faenando en la mar azul,
pescó la noche estrellada.
Zebensui Martín

Un poco más mía

Vivo en una casa mágica.

Tiene un piano,
dos cuadros
y un piso de arriba
donde juego
al escondite conmigo.

En un cuadro pone «Poesía»,
en el otro «Por la vida, mi amor, por la vida».
Lo que pasa aquí es en blanco y negro
y tiene cientos de luces pequeñitas.
Como yo. A veces.

Dejar entrar,
dejo entrar poco,
y casi siempre
se tropiezan en la puerta.

Todos los días necesito salir
y a cada rato estoy deseando volver.
No es la casa más ordenada del mundo,
pero es en la que mejor suena la música.

Las estanterías cada vez esconden
más libros,
ya tengo rincón preferido
y los marcos de fotos
están preparados para recordar.

El tendedero suele andar por medio,
y no, aquí tampoco me duermo pronto.

Siempre hay leche, mermelada, cerveza
y propaganda de comida para llevar.

El patio es el sitio más verde y
con más paz de todo Madrid
y los gatos del barrio
se vienen a leer conmigo cada tarde.

A veces
hasta me saluda algún vecino.
Lo cierto es que,
por mucho que os cuente,
no os hacéis ni una idea.

Y eso es lo mejor,
porque así es un poco más mía
y un poco menos de todos los demás.

Patricia Benito