Sirio

Ni una sola luz había en el cielo
ni una sola luz en la montaña,
tan solo vi una luz cruzando el pueblo
mostrando medio cuerpo del que anda.
El medio cuerpo pertenece a un bardo
que a parte de su sombra, poco arrastra.
En una mano lleva el aparejo,
en la otra ese candil que lo delata.
La sombra se postró al embarcadero,
la luz a los caprichos de las aguas
y así el bardo zarpó, mirando al cielo
montado en el tío vivo de su barca.
Al fondo de la mar, el aparejo,
no demoró en hallar lo que buscaba.
Y aquel, por no decirle marinero,
lanzó hacia el cielo la captura hallada.
La perla se volvió luna,
al pez le nacieron alas,
y de estrellas y de espuma
quedó la nada impregnada.
Huérfana noche de luz
donde un bardo con su barca,
faenando en la mar azul,
pescó la noche estrellada.
Zebensui Martín

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