Ayer todavía era mañana

Ayer todavía era mañana

Historias de amor en espiral. Las costuras de una tela familiar en el porvenir de los tiempos. Enhebrares atinados, unas veces, desacertados, otras. Enhebrares de recuerdos y de historias que son legados. Volver, y contemplar toda una vida para después narrarla.

El retrato de una estirpe de costureras va configurando esta historia que se mueve entre dos tiempos. Dos voces conectadas por un mismo hilo entretejen el relato, donde pasado y presente son un único momento detenido. Con un enhebrar sutil, por eso cargado de profundidad, se roza el velo que impide advertir la magia que se esconde tras el fluir de los días.

Una novela que parte del asombro y los detalles, que envuelve la vida como fue y como es, como no fue y como no será; y recorre esa orilla hasta inundar de poesía lo cotidiano. La belleza se convierte así en el latido constante del texto, el centro en torno al cual orbita todo lo demás. Una novela que desborda colores y aromas, que salpican la lectura en cada párrafo con una prosa original, certera, delicada.

Una novela que regresa a casa para escuchar a la madre mientras cose el tiempo. Una novela que es también —tal vez, por encima de todo— el encuentro con la madre, el regreso lírico a la madre, el abrazo a la memoria de una infancia que ya sucedió. Una novela donde recuerdo, realidad, ficción y poesía naufragan en el mismo mar y se entremezclan, quizá para descubrir que estuvieron siempre juntos de alguna forma.

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