Cinco veces triste

1. Barco Viejo

La tristeza del mundo
es decir mi tristeza
empezó hace treinta años
en una noche hueca.

Por entonces los ángeles
trepaban por mis nervios
me dejaban promesas
me colgaban temores
y eso alcanzaba para todo el tiempo
para entender la vida
todo el tiempo.

Después de todo
no eran ángeles
eran tan sólo
escalofríos.

También tuve y no tengo un abuelo
con un siglo de cuentos
y una barba de seda
y dijo buenas noches
y se metió en su sueño
como huésped antiguo y de confianza.

Claro
no era su sueño
era su única muerte
nada más.

Por entonces había
nubes como montañas
y le horizonte era una cuerda floja
y los lunes
y miércoles
y viernes
Dios hacía equilibrio
sin caerse.

Pero no era Dios
era tan sólo
un barco viejo.

[…]

Mario Benedetti

The Grass so little has to do –

Tiene tan poco que hacer la hierba —
Una esfera de sencillo verde —
Solo incubar mariposas
Y entretener abejas —

Y agitarse todo el día ante bonitas canciones
Que le trae la brisa —
Y retener la luz del sol en el regazo
E inclinarse ante todo —

Y ensartar el rocío por la noche, como perlas —
Y hacerse tan delicada
Que una duquesa sería demasiado vulgar
Para percibirlo —

E incluso cuando muere, fallece
Con tan divino aroma —
Como humildes especias dormidas —
O amuletos de pino —

Después, habitar en graneros soberanos —
Y pasar los días durmiendo
Tiene tan poco que hacer la hierba
¡Ojalá yo fuese heno! —

Emily Dickinson

Could I but ride indefinite

Si yo pudiese cabalgar ilimitada
Como hace la abeja en la pradera
E ir de visita solo donde yo quisiera
Y que nadie me visitara

Y flirtear todo el día con ranúnculos
Y casarme con quien yo quiera,
Y habitar un poco en todos lados,
O mejor, huir

Sin policía que persiga
O que me siga si lo hago
Hasta que salte penínsulas
Para alejarme de ti —

Dije, «ser solo una abeja»
En una corriente de aire
Y remar en la nada todo el día
Y anclarme «fuera del puerto»

¡Qué libertad! Así piensan los cautivos
Que aguardan en estrechas mazmorras.

Emily Dickinson
Libros 2024

Libros 2024

Un buen libro hace que el día se te pase más rápido. Se levanta uno más contento, espera con ansiedad infantil el momento de lectura y, una vez entre las manos, la mente vuela lejos de cualquier preocupación. Estos son los libros que he leído en 2022.

El año que las descubrí: Castro, Conde…, el del coqueteo con la novela gráfica (Un lugar equivocado), el de las relaciones (no todo el mundo y anarquía) y alguna relectura (Gita, El profeta), el de la ciencia ficción desconocida (Permutación), el de algunos clásicos (Crimen, Tenorio, Buscón), el de novelas hermosas (China Iron, El país de las mujeres)…

Coincidir

Soy vecino de este mundo por un rato
Y hoy coincide que también tú estás aquí
Coincidencias tan extrañas de la vida
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio
Y coincidir.

Si navego, con la mente, los espacios
O si quiero a mis ancestros retornar
Agobiado me detengo y no imagino
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio
Y coincidir.

Si en la noche me entretengo en las estrellas
Y capturo la que empieza a florecer
La sostengo entre las manos, mas me alarma
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio
Y coincidir.

Si la vida se sostiene por instantes
Y un instante es el momento de existir
Si tu vida es otro instante, no comprendo
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio
Y coincidir.

Alberto Escobar
Las gemelas del alba

Las gemelas del alba

Duda y Fe nacieron en una madrugada sin luna, cuando el cielo apenas aprendía a bordar estrellas en su manto. Eran hijas de un mismo suspiro, el aliento primigenio que mezcla el anhelo con la incertidumbre. Desde el inicio, fueron inseparables: dos figuras idénticas en lo externo, pero con miradas que reflejaban mundos opuestos. Fe tenía ojos que parecían haber bebido el sol; Duda, en cambio, llevaba en la pupila el rastro de un horizonte que nunca acaba.

Forever – is composed of Nows –

El Siempre – está compuesto de Ahoras –
No es un tiempo distinto –
Excepto por su Infinitud –
Y la Latitud del Hogar –

De esto – experimentado Aquí –
Quita las Fechas – a Estos –
Deja que los Meses se disuelvan en más Meses –
Y los Años – exhalen en Años –

Sin Debate – ni Pausa –
Ni Días Celebrados –
No diferentes Nuestros Años serían
De los Años del Señor –

Emily Dickinson

Música de cámara

I

Si pudiera tener su nacimiento
en los ojos la música, sería
en los tuyos. El tiempo sonaría
a tensa oscuridad, a mundo lento.

Mezclas la luz en el cristal sediento
a intensidad y amor y sombra fría.
Todavía silencio, todavía
el sonido no tiene movimiento.

Pero llega un relámpago; se anudan
en los ojos lo bello y lo potente.
La fría sombra se convierte en fuego.

La belleza y el ansia se desnudan.
La música se eleva transparente.
Oh, sonido de amor, déjame ciego.

II

Yo, sin ojos, te miro transparente.
En la música estás, de ella has nacido;
de este grito de luz, de este sonido
a mundo amado luminosamente.

Y yo escucho después —agua creciente—
a la música en ti: todo el latido,
todo el pulso del aire convertido
a tu belleza, a tu perfil viviente.

Tumba y madre recíproca, del canto
orientas a tus venas la agonía,
y tus ojos asumen su potencia.

Oh prisión de la luz, después de tanto,
ya veo en el silencio: la armonía
es tu cuerpo, tu amada consistencia.

Antonio Gamoneda

Noche en Alpha-7

De noche, arropado
y en pijama, cuando sueño,
estamos subidos a una nave,
camino de Alpha-7,
y por la ventanilla,
allá en la historia cósmica,
nos miro y descansamos.
Por el espacio,
como en un folio
sin márgenes,
y con nosotros,
pequeños asteroides,
los restos de una estrella
y su jolgorio. ¿Quién guía
nuestro viaje?

Es el destino,
el polvo de la luz
que enciende nuestra casa
y nos acoge. Desde antes
de los soles y los mares,
suenan tus manos y las mías,
el eco persistente de las flores
y el amor.

Es el destino,
la huella del crepúsculo
que abraza el cielo largo
y nos da calma. Tus ojos
y los míos,
el murmullo que deja
la risa en el silencio,
el lienzo pintado por los dioses
atropelladamente.

Que sí, es el destino,
la estela de los astros
que arropa nuestro lecho
y nos envuelve. Un bosque
de caricias y el tacto
amplificado de tu boca.
La destrucción de las galaxias
que se arrastran
como hojas secas en otoño.

Ya ves, con el destino,
el polvo de lo eterno
que forma nuestro espacio
y nos acerca. Así es mi sueño,
todo eso en una noche,
todo eso en mi cabeza.

Eduardo de la +

Sirio

Ni una sola luz había en el cielo
ni una sola luz en la montaña,
tan solo vi una luz cruzando el pueblo
mostrando medio cuerpo del que anda.
El medio cuerpo pertenece a un bardo
que a parte de su sombra, poco arrastra.
En una mano lleva el aparejo,
en la otra ese candil que lo delata.
La sombra se postró al embarcadero,
la luz a los caprichos de las aguas
y así el bardo zarpó, mirando al cielo
montado en el tío vivo de su barca.
Al fondo de la mar, el aparejo,
no demoró en hallar lo que buscaba.
Y aquel, por no decirle marinero,
lanzó hacia el cielo la captura hallada.
La perla se volvió luna,
al pez le nacieron alas,
y de estrellas y de espuma
quedó la nada impregnada.
Huérfana noche de luz
donde un bardo con su barca,
faenando en la mar azul,
pescó la noche estrellada.
Zebensui Martín

Un poco más mía

Vivo en una casa mágica.

Tiene un piano,
dos cuadros
y un piso de arriba
donde juego
al escondite conmigo.

En un cuadro pone «Poesía»,
en el otro «Por la vida, mi amor, por la vida».
Lo que pasa aquí es en blanco y negro
y tiene cientos de luces pequeñitas.
Como yo. A veces.

Dejar entrar,
dejo entrar poco,
y casi siempre
se tropiezan en la puerta.

Todos los días necesito salir
y a cada rato estoy deseando volver.
No es la casa más ordenada del mundo,
pero es en la que mejor suena la música.

Las estanterías cada vez esconden
más libros,
ya tengo rincón preferido
y los marcos de fotos
están preparados para recordar.

El tendedero suele andar por medio,
y no, aquí tampoco me duermo pronto.

Siempre hay leche, mermelada, cerveza
y propaganda de comida para llevar.

El patio es el sitio más verde y
con más paz de todo Madrid
y los gatos del barrio
se vienen a leer conmigo cada tarde.

A veces
hasta me saluda algún vecino.
Lo cierto es que,
por mucho que os cuente,
no os hacéis ni una idea.

Y eso es lo mejor,
porque así es un poco más mía
y un poco menos de todos los demás.

Patricia Benito

La hora del paseo

Un hombre que ha salido con su perro,
un hombre que ha salido muy temprano,
que pasa por delante de la mar
sintiéndose distinto a la mañana
anterior, repitiendo sin embargo
cada paso de ayer, como una máquina.
Se ignora si es la bestia quien lo lleva,
o si en cambio conduce el ser humano;
o si se necesitan mutuamente
como se necesitan con urgencia
los amantes los sábados.
Amanece despacio y alguien grita
sin que nadie pregunte ni responda.

Y es que sólo hay un hombre paseando,
no arrastra tras de sí ningún dolor,
no representa nada, no es un símbolo
de ningún tipo, no es una metáfora
de la pena y la angustia de vivir,
hay poemas mejores para aquello.

Aquí sólo hay un hombre que ha sacado
a su perro a la calle unos minutos.
Que pretende volver en cuanto pueda
a la cama a seguir imaginando
que el perro se le muere, que de pronto
se le destina a un sitio donde nadie
entienda una palabra en castellano.
Un sitio sin correas. Eso piensa
el hombre que pasea con su perro,
el hombre que ha salido tan temprano
porque le aterroriza que otros hombres
puedan interrogarle con preguntas
sobre la raza y sobre las costumbres
del animal que tiene amordazado,
mientras sale a la calle con su perro
aburrido del mundo, junto al mar,
y piensa que ha vivido muchos años
y que ha sido feliz muy pocas veces,
y que ha tenido varios perros buenos
pero sólo un amor, y ese fue malo.

Ben Clark

I

Porque se oyera siempre el mar como aquel día …
¿Qué corazón pudiera yo brindarle al mar
porque se oyera como lo oí, mío y compartido,
mar de azul que no acaba, oh mar azul que sangro?

Un mar que tuvo voz para contarme a solas
tanta historia caliente de cuerpos en el agua,
que es del mar y no es del mar, que lo es del cielo,
y nunca baja al mar, aunque esté dentro.

¡Qué sed tengo de ti, cómo quiero beberte
desde tus propias fauces, en el umbral de entonces!
Búscame, yo te llevo, hazte mío y tómame
como tomas las barcas y las orillas trémulas.

Carmen Conde

Ante ti

Porque siendo tú el mismo, eres distinto
y distante de todos los que miran
esa rosa de luz que viertes siempre
de tu cielo a tu mar, campo que amo.

Campo mio, de amor nunca confeso;
de un amor recatado y pudoroso,
como virgen antigua que perdura
en mi cuerpo contiguo al tuyo eterno.

He venido a quererte, a que me digas
tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzos, que salobres
me refrescan la sed de tanto tiempo.

Me abandono en tu mar, me dejo tuya
como darse hay que hacerlo para serte.
Si cerrara los ojos quedaría
hecha un ser y una voz: ahogada viva.

¿He venido, y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy …? ¿Qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz hacia lo nunca?

Carmen Conde

Me gusta andar de noche las ciudades desiertas

Me gusta andar de noche las ciudades desiertas,
cuando los propios pasos se oyen en el silencio.
Sentirse andar, a solas, por entre lo dormido,
es sentir que se pasa por entre un mundo inmenso.

Todo cobra relieve: una ventana abierta,
una luz, una pausa, un suspiro, una sombra…
Las calles son más largas, el tiempo también crece.

¡Yo alcancé a vivir siglos andando algunas horas!

Concha Méndez

Aunque tú no lo sepas

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos…

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.

Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.

Luis García Montero

El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Luis Alberto de Cuenca